Para hacer ejercicio, es común que nos sintamos más motivados al escuchar una música rítmica, potente e intensa. Esto se debe a que este elemento aumenta el rendimiento físico hasta en un 20% en personas con cardiopatías y elevados índices de sobrepeso, como revelaron varios estudios científicos, según indica la revista especializada Scientific American.
Además de potenciar su entrenamiento, las personas con estas condiciones consideran más sencillo entrenar, como explica el sitio especializado Salud 180.
“Casi todos hemos experimentado el alivio que la música aporta al entrenamiento: aumenta la motivación, distrae del cansancio y se experimenta una sensación de pasar el tiempo más rápidamente”, señala el especialista Mark A. Andrews, del departamento de fisiología del Colegio Lake Erie, según el sitio mencionado.
Pero, ¿por qué nos motiva?
Existe una explicación para esta pregunta del millón. Sucede que la música ayuda a aumentar el rendimiento físico y la sensación de alerta debido a que ésta contribuye a la segregación de sustancias cerebrales (neurotransmisores) que impulsan el estado de ánimo, así como de sustancias opiáceas, las cuales se vinculan con el placer y la euforia, como detalla Salud 180.
“Una cosa es cierta, la respuesta se encuentra en el cerebro, no en los músculos que estamos ejercitando”, explica el psicólogo Tom Stafford, como menciona una nota de La Nación.
Aunque suene extraño, muchos estudios han mostrado que el acto de imaginar un movimiento también produce un aumento significativo de fuerza. “El beneficio no es tanto como si se hace realmente el movimiento, pero el pensamiento de hacerlo ya cuenta por más de la mitad de los beneficios que se logran al practicarlo”, destaca Stafford.
Además, se entiende que los beneficios de la música son mayores en aquellos ejercicios y deportes que se basan en el ritmo, en los que cómo actuar es tan importante como cuándo actuar. Por eso, ejercicios como remo o correr se de escuchar un ritmo musical que entra por nuestros oídos y llega hasta la corteza motora suplementaria, según La Nación. Allí, se asocia con la actividad del cerebro para enviar las señales de cuándo moverse, además de ayudarnos a mantener el ritmo de movimiento durante el ejercicio.