Compartir con tus hijos, con tus sobrinos y con los niños que tengas en tu vida, el amor y el cuidado de la naturaleza es una gran manera de conectarnos con ellos y de transmitirles una enseñanza simple y vital para toda su vida.
Enseñarles a sembrar sus sueños: Plantar la especie que sea, nos enseña a amar la semilla de todo aquello que puede ser. Nos motiva a ser nosotros mismos quienes sembramos los deseos que buscamos cumplir. Nos incita a sabernos capaces (En equipo con la tierra y el Universo) de crear.
Cultivar con amor y paciencia los deseos: Cuidar y cultivar de árboles, plantas y flores, nos ayuda a comprender la importancia de la paciencia en los procesos personales. Nos recuerda, además, que con cariño y dedicación, todo crece más bonito, más sano, más fuerte.
Honrar el poder de la tierra para dar vida: Desde pequeños, los niños comprenden que la tierra provee una gran fuerza de vida, que sana con sus frutos, con sus flores, con sus ciclos. Que sostiene y renueva la creación y todo aquello que vive en y con nosotros. Compartirles la medicina de la tierra es instaurar en ellos el respeto, el cuidado y el amor por la naturaleza que, al fin de cuentas, lo abarca todo.