El calendario marca que quedan alrededor de dos meses para terminar el 2019. Pero en el aire ya hay una chispa a fin de ciclo que se empieza a sentir. Es un clásico: se acerca la fecha, y arrancamos a hacer garabatos sobre lo que vendrá. De todas formas, el punto no sólo está en enumerar listas de deseos, sino en poder sostener nuestras metas e ideas en el tiempo.
Claudina Kutnowski, psicóloga a cargo de Glimar, un espacio desde el cual te ayuda a crear tu propio proyecto laboral, cuenta que así como los cumpleaños o los aniversarios, las festividades en general nos invitan a pensar sobre determinados aspectos. Entonces, el cierre de un año y el inicio de otro nuevo se presentan como una oportunidad. Por lo menos de almanaque.
Kutnowski explica que planificar tiene que ver con saber a dónde queremos llegar, respetando el camino en el que confiamos, sabiendo que ése o esos arribos, son parte de un proceso de etapas más o menos ordenadas que nos orientan, y nos hacen saber que estamos yendo bien, aunque no veamos el punto final.
Pero atención. Porque “una cosa es planificar, y otra es enunciar deseos”, dice Kutnowski. Y acá nos quedamos pensando. Claro, es que el deseo propio –gran motor-, muchas veces entra en conflicto con deseos de otros, con mandatos, o expectativas ajenas. Y en ocasiones, esto provoca que lo corramos de lado y nos adaptemos a lo “más conveniente”. Algo que nos puede traer mucha frustración.
¿Cómo hacemos entonces? Tal vez la clave esté en ver cómo el deseo puede abrirse paso en nuestra realidad, combinándolo con las necesidades de afuera. Mezclando la realidad externa y su exigencia, con lo que queremos que nos pase. Coherentes con nuestras posibilidades, y con el entorno en que vivimos.
Recién ahí podremos planificar: cuando logremos proyectar ese deseo en un objetivo realizable. Entonces, la cosa sería más o menos así:
- En primer lugar saber qué deseamos. Y para eso hay que ir “bien adentro”.
- Después, transformar ese deseo en objetivos (sensatos, realizables, concretos, definidos).
- También hay que poner una fecha de realización a esos objetivos.
- Y anotar todos los pasos a cumplir para realizar ese deseo.
- No olvidemos: ser pacientes y aprender a disfrutar del camino.
Y un secreto más: la idea es que podamos planificar con flexibilidad (lo contrario a la rigidez). Sabiendo que podemos cambiar de rumbo, recalcular, dar marcha atrás si es necesario. Teniendo claro que nuestras ganas cambian también. Y darnos ese espacio, esa posibilidad. Registrando que hay preguntas que no siempre tienen respuesta, y que también hay respuestas que se modifican con el tiempo (como nosotros). Dejando fluir pero “en una posición activa”. O sea: teniendo nuestra planificación a mano, pero sin volverla una obsesión.
Hay que darle lugar a la curiosidad, a la búsqueda, al permiso. Es lo único que nos va a permitir desplegarnos y expandirnos. Estirarnos (en el sentido literal y en el que no lo es tanto). Y no olvidarnos nunca que la vida también nos trae situaciones inesperadas. Nosotros planificamos, ella no. Y hay que estar abiertos a los cambios.