Poner resistencia, muchas veces nos impide fluir y transformarnos. Aferrarnos y no permitir los cambios, negar que necesitamos soltar, no animarnos a renovar el aire, detiene el proceso, comprime nuestro crecimiento y nos aleja del propósito de nuestro viaje. Una vez más, Yoga nos enseña a transitar mejor:
Detenernos y bajar
La postura del niño, nos conecta con la pausa necesaria, con la flexibilidad para bajar de rodillas, inclinando el torso. Dejándonos caer suavemente, exhalando tensiones y angustias. Apoyando el abdomen sobre las piernas, percibiendo su movimiento al respirar. Sentir entrar el aire y sentirlo salir. Empezar a relajar.
Ablandar los brazos de tanto control
La postura se completa, estirando los brazos por delante, caminando con las manos hasta alcanzar la máxima (Pero cómoda) extensión. La espalda crece y se alarga la columna, ordenando la energía. Liberando la tensión. Nos conecta con la sabiduría de reconocer cuando necesitamos entregarnos y aceptar, con ese momento en el cual comprendemos que por más que luchemos y neguemos el cambio, ese cambio ha llegado para quedarse y envolvernos.
Aliviar la cintura de miedo
Después de respirar por algunos minutos en esta postura, la zona baja de la espalda, los riñones y la cintura comienzan a soltarse y relajarse. Este es el lugar en el cual se acumulan los miedos y los enojos no dichos y con este ejercicio, facilitamos su liberación, purificándonos desde adentro para sentirnos mejor.