Para este ejercicio solo necesitás dos cosas: Un día de Viento y Tiempo para aquietarte. No es tan difícil de conseguir ¿Verdad? Hoy queremos compartirte esta técnica simple y benéfica para esos momentos en los cuales nos sentimos recargadas, soportando emociones, pensamientos o apegos que ya nos pesan demasiado.
¿Meditamos juntas?
- Elegí una mañana o una tarde un tanto ventosa. (Intentá que sea un viento que puedas tolerar y que, dentro de todo, te siga resultando agradable).
- Ubicate de pie, separando las piernas al ancho de tus caderas.
- Bajá tus hombros, relajándolos y acondicionando tu cuello y tu cabeza (Realizá los movimientos necesarios para ablandarte).
- Separá tus brazos, despegándolos un poco de tu cuerpo y abrí bien los dedos de las manos, para que la energía pueda fluir.
- Ahora, cerrá tus ojos y conectá con el cuerpo. Percibí cómo estás vibrando en este momento.
- Cuando te sientas en conexión y con la calma necesaria, intencioná con firmeza estableciendo aquello de lo cual querés y necesitás desprenderte.
- Sentí el viento pasando a través de tu cuerpo, de tu cabeza, de tu cabello, atravesando tus dedos, tus piernas, tu abdomen.
- Permití la limpieza, la soltura, la liberación de todo aquello que debe irse de tu vida para que puedas sanar y seguir adelante.
- Respirá de este viento y de esta energía. Soltando, ganamos vitalidad.
Que el viento te muestre y te ayude a sentir este sano y necesario desapego para caminar cada vez más liviana y más flexible.